![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj1Yg41NB3trkdTRWR45TYxYlijNgPjseZ_7sU8Vcn1ed7Vq-n7BRIuMfrxYUK4eKM4ebEYio913TqkG-LCCgD_3kFtRx0BwRAKVOxRJqmbG5KL1Pi1VudB_rc9F6rBI2u977wwid1AEH0/s320/drim.jpg)
Una
de las muchas motivaciones que se pueden dar al sueño podría ser
buscada en la personalidad de quien sueña que, con el sueño, hace
realidad deseos que no ha podido alcanzar en la vida diaria. El ser
humano es, en su íntima conformación, una persona ambigua, por que posee
dos personalidades.
Y
posee dos personalidades no sólo la persona equívoca, incorrecta y
marginada, sino también aquella digna del máximo respeto, bien
considerada y querida por todos. La nuestra podría parecer una
afirmación atrevida pero no lo es porque, de hecho, todos tenemos dos
personalidades (se refleja bien en nuestro pensamiento y en nuestra
actuación en la vida cotidiana) y difícilmente se podrá refutar lo que
estamos afirmando.
La
primera personalidad es la que podemos definir como externa, la que se
manifiesta en nuestras relaciones con la sociedad y, en algunas
ocasiones, incluso ante nosotros mismos.
La
segunda personalidad es la que podemos calificar como interna, y jamás
se manifiesta al exterior y, si lo hace, es de una forma muy rara y
furtiva, porque nuestra moral nos obliga a mantenerla oculta.
Pues
bien: el sueño entendido como deseo, tiene el poder de realizar la
personalidad interna del individuo, esa personalidad que él mismo, en
la vida de cada día y en sus relaciones con el mundo externo mantiene
escondida y no quiere que nadie conozca, ni siquiera él mismo.
Por
lo tanto, con el sueño el ser humano desarrolla un aspecto de su
personalidad que no puede realizar en sus relaciones externas, es
decir, cuando se encuentra despierto.
No
puede poner al descubierto esta segunda personalidad, porque son
muchas las razones que se lo impiden, siendo la primera, como ya hemos
dicho, la moral, después, tal vez, el miedo, el remordimiento, el temor
a un castigo. Pero, por encima de todo, existe una incapacidad
subjetiva o un impedimento objetivo que obligan al ser humano a ocultar
su segunda personalidad.
Con un ejemplo práctico aclararemos mejor este razonamiento.
Supongamos
que un hombre es una persona íntegra que ocupa una posición relevante
en el ámbito social y a quien, sin embargo, le gustan las chicas
atractivas. Hasta aquí no hay nada incorrecto.
Supongamos
a continuación, que este hombre es un respetado y temido dirigente que
en su despacho recibe a personas que han de acudir a él; pero
precisamente por el cargo que ocupa tiene que resolver cada situación
con la máxima objetividad y ha de mantener la máxima seriedad y
distanciamiento ante quien se le presente.
Supongamos
que este directivo recibe la visita de una exuberante y atractiva
muchacha, que reclama un derecho que no le corresponde y que el
directivo, en forma intransigente, debe negarle de una manera rotunda.
Bien: aquí se manifiesta una situación típica de la doble personalidad.
El dirigente, en el fondo de su alma, querría satisfacer la demanda de
la muchacha y, a ella, tal vez confidencial e íntimamente. Pero no
puede; su cargo, la moral, su posición social se lo impiden. Por eso,
durante el coloquio se muestra distante y desinteresado por el físico
de la muchacha, como si se tratara de una descolorida solterona.
Pero
no acaba allí porque este directivo, como todos los seres humanos,
puede soñar. Y el sueño más probable que tendrá tras este sucedido
podría ser que mantiene relaciones amorosas con aquella muchacha, a la
que en realidad, ha tratado con desapego.
En
otras palabras este hombre realiza en sueños aquello que, por un
cúmulo de circunstancias no ha podido llevar a cabo en la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Al enviar tu comentario acepta las normas básicas y obvias de etiquetas. Todo comentario ofensivo será borrado inmediatamente. No se publicarán oraciones o cadenas. Respete a los demás como desearía que usted fuese tratado. Su correo-e NO se compartirá con terceras personas.